martes, 22 de junio de 2010

Union Revolucionaria


La Unión Revolucionaria fue un partido político peruano fundado por Luis Miguel Sánchez Cerro en 1931.
Gobernó junto con él luego de ganar las elecciones de 1931. Tras su muerte, en 1933, fue dirigido por Luis A. Flores y devino en partido fascista, probablemente de mayor fuerza en Sudamérica.
Se caracterizaba por su oposición al liberalismo y el comunismo, y en particular, al partido aprista, a quienes consideraban enemigos mortales y autores del asesinato de su líder fundador, Sánchez Cerro.
Difundían también una fuerte xenofobia contra los emigrantes japoneses, a los que consideraban “genéticamente inferiores” y responsables del desempleo en el país. Siguiendo el modelo mussoliniano, proponían una sociedad corporativa y totalitaria.
Sin un programa político claramente definido, Sánchez Cerro llegó a la presidencia en 1931. Obtuvo, por un lado, el apoyo de las masas populares que se identificaron con su procedencia humilde, el color mestizo de su piel, su léxico populista y sus rasgos autoritarios. Los grupos oligárquicos también le dieron su apoyo al verlo como una alternativa ante las reformas radicales propuestas por el APRA.
Durante su breve gobierno de 16 meses, siguió una política populista y autoritaria de represión contra sus opositores apristas, la cual fue llevada a cabo por su ministro de gobierno, Luis A. Flores, futuro líder de la Unión Revolucionaria. A través de la denominada ley de emergencia, que autorizaba al gobierno a tomar medidas contra los derechos civiles, fueron fusilados 8 marineros acusados de subversión, los parlamentarios apristas fueron desaforados del Congreso y tuvieron que exiliarse, mientras que muchos fueron perseguidos y apresados, incluyendo a su líder Víctor Raúl Haya de la Torre. Estas medidas fueron avaladas por los miembros del partido (llamados “urristas” por las siglas UR), quienes las justificaron como necesarias para salvar el orden de la nación.
Producto de esta política surgió en julio de 1932 una rebelión aprista en Trujillo que fue sofocada sangrientamente por el ejército. El enfrentamiento entre ambos bandos terminó con el asesinato de Sánchez Cerro por un estudiante aprista el 30 de abril de 1933.
Tras su muerte, el partido sufrió una escisión y se formó el Partido Nacionalista, liderado por Clemente Revilla, que apoyó al gobierno del sucesor de Sánchez Cerro, Oscar Benavides. La dirección de la Unión Revolucionaria cayó en manos del ex ministro de gobierno Luis A. Flores, quien radicalizó la propuesta conservadora de la Unión Revolucionaria y lo convirtió en partido fascista.
También tenían cierta presencia en algunos sindicatos, aunque estos estaban mayormente identificados con el APRA.
A fines de 1933 se crea la Legión de Camisas Negras, conformada por la juventud del partido. Era común por esos años verlos entrenar en la playa La Herradura o en Limatambo, preparándose para el “combate” contra los apristas, a quienes llamaban despectivamente “aprocomunistas” o “búfalos”. El 4 de noviembre de 1933 hacen su primera aparición en una ceremonia de homenaje en el mausoleo de Sánchez Cerro. El saludo fascista, con la diestra en alto, también fue adoptado por los camisas negras en esta especie de “fascismo criollo”.
Los “urristas” también contaban con una fuerte presencia femenina, liderada por Yolanda Coco (actualmente retirada de la política). Aun así, entre sus propuestas no figuraba la igualdad de derechos de la mujer.
A pesar de no haber sido estudiado a fondo, el peculiar discurso de la Unión Revolucionaria tuvo una importante aceptación en la población peruana. Es bastante sabido que los regímenes de Hitler y Mussolini contaban en Perú con muchos simpatizantes provenientes principalmente de los sectores oligárquicos, al menos hasta antes de la Segunda Guerra Mundial.
El diario El Comercio e intelectuales como José de la Riva Agüero y Felipe Sassone manifestaban su adhesión a esos regímenes totalitarios y a la causa nacionalista dirigida por Franco en la Guerra Civil Española.
El régimen autoritario de Oscar Benavides también mostraba sus simpatías por el fascismo italiano y la Alemania Nazi. Siguiendo esta línea autoritaria, Benavides ilegalizó al APRA y al Partido Comunista por considerarlos “partidos internacionales” y también persiguió a muchos “urristas”.
En las elecciones de 1936 alcanzaron cerca de un 29.1% de los resultados frente al 37.1 % alcanzado por Luis Antonio Eguiguren, quien fue apoyado desde la clandestinidad por el APRA. No es difícil suponer entonces que, si el APRA hubiera participado en estas elecciones, el porcentaje de votos de Eguiguren hubiera sido mucho menor y las posibilidades de que la propuesta totalitaria de la Unión Revolucionaria llegara al poder habrían sido mayores. Sin embargo, Benavides anuló las elecciones aduciendo el inverosímil argumento de que la victoria de Eguiguren era ilegítima porque sus votos provenían de los apristas. El congreso, subordinado a las decisiones del dictador, ratificó esta medida y prolongó el gobierno de Benavides hasta 1939.
Luis A. Flores y otros dirigentes del partido fueron deportados a Valparaíso. Otros miembros fueron encarcelados. Ya sin la organización de la que gozó en sus inicios, la resistencia de los “urristas” contra el gobierno de Benavides fue menguando y en 1938 el dirigente Cirilo Ortega, desde la prisión desconoció a Flores como el líder, apoyo al régimen de Benavides y criticó la línea de su partido.
Flores regresó en 1945 del exilio, tiempo durante el cual estuvo en Italia, y según afirma, pudo conocer a la viuda de Mussolini. Intentó reorganizar la Unión Revolucionaria, pero tras la derrota del eje en la Segunda Guerra Mundial, la caída de los regímenes fascistas y el regreso de la democracia en el Perú, la propuesta de la reformada Unión Revolucionaria tuvo poca acogida, hasta que finalmente el partido terminó por disolverse a inicios de los 60s.

Union Revolucionaria (1931) (http://es.wikipedia.org/wiki/Unión_Revolucionaria)

Elyam Huamash

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